miércoles, 26 de julio de 2017



El mar que se ahogó en una botella* 

Sugestionada por la mala suerte, tan incapaz de ver la mitad llena del vaso caprichoso del destino, pensó en diez mil maneras de impedirlo. Sabía que quedaba poco tiempo y no encontraba el modo de evitarlo.
Probó con desbordar de obligaciones la agenda de sus días inventados, con cambiar de trabajo y con mudarse a una ciudad que no tuviera costa para olvidar la pena del vacío.
Quiso salvarse intentando ser otra, disfrazando el temor, pidiendo ayuda. Y atenta a los consejos de una amiga fue a la playa a buscar la paz ausente en su trágica vida cotidiana.  Permaneció en silencio, casi inmóvil, suspendida en el haz del horizonte.
La inmensidad precipitó el impulso: Buscó botellas plásticas, papeles. Con la esperanza de empezar de nuevo y de ahuyentar la angustia permanente, garabateó mensajes misteriosos que pronto arrojaría entre las olas. Una botella y otra, otra, otra…
Claro que no es posible desprenderse de un fatídico signo ya trazado, cuando se cree obstinadamente en su -ilegítima- omnipotencia.
Hoy, Sirena es anciana y sin embargo, sus miedos siguen sueltos como siempre, aunque ya no se anudan en las redes.  No quedan pescadores, no hay estrellas… ni peces, ni criaturas que acompañen. El agua de su océano agoniza.
Las escamas le crecen con los años. Como suele ocurrir en tierra firme, ha perdido el cabello, no las mañas. Víctima de su falta de memoria, se queja de problemas que no existen.
No recuerda ni deja que le cuenten que ese mar yace ahogado en sus botellas.
Silvia Gabriela Vázquez

*Los océanos ocupan tres cuartas partes de la superficie de la Tierra.  Según la ONU, es posible que en el año 2030 encontremos en ellos más plástico que peces. Por esta razón, los Objetivos de Desarrollo Sostenible hacen hincapié en el tema.