El mar que se ahogó en
una botella*
Sugestionada por la mala
suerte, tan incapaz de ver la mitad llena del vaso caprichoso del destino,
pensó en diez mil maneras de impedirlo. Sabía que quedaba poco tiempo y no
encontraba el modo de evitarlo.
Probó con desbordar de
obligaciones la agenda de sus días inventados, con cambiar de trabajo y con
mudarse a una ciudad que no tuviera costa para olvidar la pena del vacío.
Quiso salvarse intentando
ser otra, disfrazando el temor, pidiendo ayuda. Y atenta a los consejos de una
amiga fue a la playa a buscar la paz ausente en su trágica vida cotidiana. Permaneció en silencio, casi inmóvil,
suspendida en el haz del horizonte.
La inmensidad precipitó
el impulso: Buscó botellas plásticas, papeles. Con la esperanza de empezar de
nuevo y de ahuyentar la angustia permanente, garabateó mensajes misteriosos que
pronto arrojaría entre las olas. Una botella y otra, otra, otra…
Claro que no es posible
desprenderse de un fatídico signo ya trazado, cuando se cree obstinadamente en
su -ilegítima- omnipotencia.
Hoy, Sirena es anciana y
sin embargo, sus miedos siguen sueltos como siempre, aunque ya no se anudan en
las redes. No quedan pescadores, no hay
estrellas… ni peces, ni criaturas que acompañen. El agua de su océano agoniza.
Las escamas le crecen con
los años. Como suele ocurrir en tierra firme, ha perdido el cabello, no las
mañas. Víctima de su falta de memoria, se queja de problemas que no existen.
No recuerda ni deja que
le cuenten que ese mar yace ahogado en sus botellas.
Silvia Gabriela
Vázquez
*Los
océanos ocupan tres cuartas partes de la superficie de la Tierra. Según la ONU, es posible que en el año 2030 encontremos
en ellos más plástico que peces. Por esta razón, los Objetivos de Desarrollo
Sostenible hacen hincapié en el tema.