Desobedecer al calendario
-¿Quieres
casarte conmigo?, me preguntas.
-El
año próximo sí, digo bromeando.
Entonces,
con la impulsiva intensidad de un trueno, capaz de impacientar al más sereno - incluso
a la mismísima paciencia- tu ansiedad desoye mi advertencia, mientras se trepa a
la mesa navideña.
Y
como quien guía, dirige o enseña, propone un precoz brindis ¡de año nuevo!
Tomo
mi copa, sonrío, la elevo. Los demás no me contradicen, pero dudan.
Hoy
-veinticinco de diciembre- comienza para mí, para nosotros (les resultará insólito
a los otros) el 2018 aunque no quiera. Adelantarlo es la única manera de obviar
el incómodo intervalo.
Las
alianzas en papel de servilleta aparecen aquí sobre la mesa. La fiesta recupera
paz y halo…
Del
arbolito tomo una guirnalda y engalano mi falda con esmero para la boda que
ahora improvisamos.
Anunciamos
frente a todos: ¡Nos casamos!
-¿Qué?
¿Por qué no avisaron?
-¡Nadie
sabía!
-¿Cómo
no nos contaron?
-¡No
tenemos obsequio!
Sorprendidos,
se disculpan, preocupados.
Sin
embargo eso no nos hace falta. ¡Es que ya somos tan afortunados!
Nos
tomamos de las manos y entre risas, hilvanamos un diálogo espontáneo:
-No
cotizan en bolsa, pero dame, envueltos -por favor- para regalo…
-Tu
abrazo, tus poemas inventados y un
puñado de confianza que amalgame…
-La
magia de este amor ha suprimido la última semana de diciembre.
-Una
minucia ¿A quién podría hacerle daño?
-Unos
pocos días antes despedimos el año…
-Mucho
agradeceremos su complicidad…
Aún
se preguntan, nuestros invitados, cuándo habrán de celebrar la Navidad.
Silvia Gabriela
Vázquez