viernes, 3 de mayo de 2019


Otros puntos de vista

Cuando aquel monstruoso insecto se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un tal Gregorio Samsa.
Entonces intuyó que estaba por vivir una aventura que, con el tiempo, se transformaría en una misteriosa obra citada hasta el hartazgo en revistas literarias, monografías, papers académicos, libros de lectura para escritores principiantes, tratados de medicina, enciclopedias, historietas y periódicos.
Todavía algo aturdido, se acercó a la ventana como quien busca una razón para quedarse y se sorprendió al oír su propio grito.  Comprobó con espanto que ya no era capaz de percibir la multiplicidad de imágenes que solía atrapar, en su vida anterior, con sus antiguos ojos facetados de artrópodo.
En adelante, debería  conformarse con fijar su limitada y flamante vista de hombre recién nacido,  en un único punto cada vez. 
-¡Qué aburridos y necios son los seres humanos!, exclamó, cubriéndose la cabeza con las sábanas.
Desde aquella mañana, dicen los que saben (y yo no me animo a contradecirlos), que nunca más hizo falta escalar montañas, atravesar la selva, viajar en globo, naufragar, perderse en una isla desierta o luchar contra piratas y dragones para sentirse un aventurero auténtico.
Bastaba con ir a visitar a don Gregorio -quien, dicho sea de paso, hizo de su desgracia un buen negocio- un día a la semana o muy de vez en cuando, según la necesidad de adrenalina de cada uno.  Y a cambio de un puñado de monedas, escuchar con atención sus historias acerca de aquel mundo multidimensional, infinito, complejo, que había conocido antes de ser quien era…

sábado, 23 de marzo de 2019



Un hogar, un país

Pedro y Pilar están visitando el Museo del Prado. Y si bien no lo han dicho, ambos saben que decidieron ir con la secreta intención de hacer algo distinto, de quebrar la rutina.  O tal vez el único motivo haya sido caminar uno al lado del otro sin la obligación implícita de hablarse.  

Él lleva un traje azul, el ceño fruncido, los dientes apretados. Aún sin pronunciar palabra le arroja un reproche, dos, tres, catorce… todos -o casi todos- inmerecidos.

Ella viste una camisa blanca y cada cinco pasos extiende sus brazos pidiendo clemencia. Como si fuese el héroe anónimo que Goya colocó de rodillas (enfrentando así a los tiranos), en “Fusilamientos del tres de mayo”, una de sus pinturas más inolvidables.

Recorren los pasillos en una frágil tregua después de haber vivido varias escenas de beligerancia inesperada en el patio, la sala, el jardín, la cocina. Pequeños actos de una guerra invisible, silente, provocada por la indiferencia, en la que nadie gana -por supuesto, como siempre- porque no hay nada que ganar si alguien resulta lastimado.

Esta noche ha descendido demasiado la temperatura -igual que en aquella enmarcada en las paredes impecables del museo- y a ella le tiemblan los labios. Dice que no es de frío, ni de miedo. Quizá la culpa sea de otras tiranías de las que todavía desconoce los nombres. Sin embargo no se rinde, sólo espera un gesto de ternura.

Entonces Pedro mira el rostro pálido de Pilar reflejándose allí en la vitrina, y recuerda, de pronto, cuánto la amaba -cuánto la sigue amando-, pero ya es tarde. Las guerras, invisibles o no, van fusilando a los sueños que intentan rebelarse, uno por uno.

Mientras, el guía los observa a través de un espejo y se siente tentado de incluirlos en el próximo tour para turistas...

-Aunque esas epopeyas personales no estén documentadas -piensa en voz alta- forman parte también de la historia de España.  

                                                                                                         Silvia Gabriela Vázquez

miércoles, 13 de febrero de 2019



En el lugar exacto

Aquel amor inmenso
que habíamos tenido
ayer
agonizaba.

Y veíamos cómo
su color, su sonido,
se iba volviendo romo
en el diálogo tenso
que el silencio hilvanaba
con ese necio orgullo
(mirada sin murmullo),
de la falta de abrazos.

Sin embargo los sueños
(sus hilos, sus pedazos),
sabiéndose los dueños
de todo lo anhelado,
permanecían ilesos
en el lugar exacto
en el que habían estado
las palabras, los besos…

Fue una brisa azarosa
con su fugaz caricia
la que, pese al impacto,
reconstruyó las trizas,
avivó las cenizas
y nos dio su primicia:
Sobre todas las cosas,
este AMOR, sigue intacto…