Otros
puntos de vista
Cuando
aquel monstruoso insecto se despertó una mañana después de un sueño
intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un tal Gregorio Samsa.
Entonces
intuyó que estaba por vivir una aventura que, con el tiempo, se transformaría
en una misteriosa obra citada hasta el hartazgo en revistas literarias,
monografías, papers académicos, libros de lectura para escritores
principiantes, tratados de medicina, enciclopedias, historietas y periódicos.
Todavía
algo aturdido, se acercó a la ventana como quien busca una razón para quedarse
y se sorprendió al oír su propio grito.
Comprobó con espanto que ya no era capaz de percibir la multiplicidad de
imágenes que solía atrapar, en su vida anterior, con sus antiguos ojos
facetados de artrópodo.
En
adelante, debería conformarse con fijar
su limitada y flamante vista de hombre recién nacido, en un único punto cada vez.
-¡Qué aburridos y necios son los seres
humanos!, exclamó, cubriéndose la cabeza
con las sábanas.
Desde
aquella mañana, dicen los que saben (y yo no me animo a contradecirlos), que
nunca más hizo falta escalar montañas, atravesar la selva, viajar en globo,
naufragar, perderse en una isla desierta o luchar contra piratas y dragones
para sentirse un aventurero auténtico.
Bastaba
con ir a visitar a don Gregorio -quien, dicho sea de paso, hizo de su desgracia
un buen negocio- un día a la semana o muy de vez en cuando, según la necesidad
de adrenalina de cada uno. Y a cambio de
un puñado de monedas, escuchar con atención sus historias acerca de aquel mundo
multidimensional, infinito, complejo, que había conocido antes de ser quien
era…