Lic. Silvia Gabriela Vázquez
Dir. Cát. de Resp. Social Universitaria
UdeMM
E-mail: gabpsp2013@gmail.com
¿Qué puede aportar cada
mujer, desde su tarea cotidiana, al cumplimiento de los ODS (Objetivos de
Desarrollo Sostenible), la construcción de la paz y la formación de los jóvenes
en valores ecoéticos?
No son pocas las mujeres que
han demostrado al mundo su fortaleza, sus esfuerzos y sus logros en este
sentido:
Amira Hass en Israel, Berta Cáceres en Honduras, Leymah Gbowee en
Liberia, Malala Yousafzai en Pakistán, Rigoberta Menchú en Guatemala y mucho,
pero mucho antes, Bertha von Suttner, la primera mujer en ganar el Premio Nobel
de la Paz, en 1905.
Algunas no han obtenido
reconocimientos internacionales y quizá no aparezcan en google al escribir su nombre sumado a la palabra paz o a la frase “lucha por la equidad”. Sin embargo, el trabajo sostenido que
realizan día a día, representa una prueba fehaciente del importante papel que
desempeñan para volver factibles ciertas utopías.
Mujeres cercanas, con
quienes he tenido el placer de compartir tareas solidarias, espacios de intercambio
y reflexión acerca de los ODS o de celebración por la labor cumplida, como
Marita Copes[1]
(Código R), Susana Cafaro (Turismo Responsable e Infancia- Ministerio de
Turismo), Marcela Baigros (Cero a la Derecha ONG), Victoria Ferreyra (Pinta
Argentina ONG)[2],
Sandy London (Conceptos Sencillos ONG) o Silvia Carranza (CILSA)[3] .
Si,
como dijo Viktor Frankl, la vida exige a toda persona una contribución y
depende de cada uno descubrir en qué consiste, es hora de inspirarnos en todas
ellas (las que conocemos a través de los medios de comunicación o los libros de
historia y las que, por fortuna, tenemos bien cerca) y preguntarnos ¿qué aporte
puedo hacer desde mi hogar o mi profesión?
En mi
caso, desde la docencia me pregunté, junto con mis colegas, cómo ayudar a los
jóvenes a afrontar el futuro. Cuando los
niños que hoy están en la escuela lleguen a la adultez y busquen su primer
empleo, se van a encontrar con un gran abanico de ocupaciones desconocidas en
su infancia. El 65% de este grupo se va
a desempeñar en puestos de trabajo aún inexistentes. ¿Cómo ayudarlos a enfrentar
la incertidumbre? ¿Cómo ayudarlos a formar parte de una sociedad permanentemente
amenazada por la violencia, el egoísmo, la falta de cuidado (del otro, del
planeta) y la incomprensión?
Y me animé a proponer tres simples aportes[4]:
-Fomentar el compromiso social
aplicado.
-Promover el diálogo (intercultural,
intergeneracional, interreligioso, intersectorial e interdisciplinario)
-Fortalecer en ellos la capacidad de
resiliencia.
Compromiso,
diálogo y resiliencia
Fomentar el compromiso
social aplicado implica articular problemáticas sociales (que necesitan
soluciones urgentes), con las fortalezas vocacionales de los jóvenes. Lograr que cada uno encuentre un nicho en el
que pueda ser útil a la sociedad y se atreva a poner en juego su vocación de
servicio. De este modo surgirían
valiosos proyectos de aprendizaje-servicio (Nieves Tapia, 2004) y llegarían a
mejor puerto los innumerables programas de RSE o RSU que a veces se inician con
gran entusiasmo pero luego quedan en el camino.
Por otra parte, el diálogo
lleva a valorar la diversidad y, en definitiva, da lugar a la comprensión
humana, aumentando aún más el compromiso. Muchas veces el arte, en especial la
música, es el puente capaz de lograrlo.
Un ejemplo reciente es el
movimiento Women Wage Peace. Miles de
mujeres hebreas, cristianas y musulmanas han caminado juntas en Israel a favor
de la paz. El acontecimiento puede disfrutarse en un video disponible en
internet que muestra a mujeres de todas las religiones junto a la cantante Yael
Deckelbaum, entonando la canción Prayer of the Mothers[5].
Otro, es el caso de Daniel
Barenboin[6], con su orquesta conformada
por músicos palestinos e israelíes, en una búsqueda incansable de la paz, así
como tantos otros intentos, menos conocidos, como el del coro intercultural e
interreligioso de UPF Argentina[7] de cuyo debut fui
privilegiada testigo.
Para continuar apostando al
diálogo y al compromiso se necesita resiliencia, esa milagrosa capacidad para
superar situaciones de adversidad, superarlas y construir sobre ellas.
Históricamente las mujeres han desempeñado el rol de
tutoras de resiliencia, brindando aceptación incondicional y transmitiendo a
sus hijos la confianza en sí mismos y en los otros.
La
resiliencia es espontánea, dinámica, contextual y la buena noticia es que se
aprende.
Promover resiliencia implica reconocer tanto
los factores de riesgo como los protectores, haciendo hincapié en las
potencialidades de las personas (la confianza,
el autocontrol, la asertividad, los valores, los vínculos) y no en sus carencias.
Todos -mujeres y hombres- podemos brindarnos como
potenciales tutores de resiliencia, a partir de la escucha atenta y el fomento
de la resolución creativa de conflictos, la autoestima consistente, la empatía,
la introspección, el vínculo con otros, todos pilares fundamentales.
Formar en valores ecoéticos es parte de nuestro
compromiso con los ODS. Nuestros
jóvenes afrontarán la inevitable incertidumbre del futuro con mejores
herramientas si:
-Estimulamos en ellos el desarrollo de
habilidades blandas indispensables como la perseverancia, la
tolerancia a la frustración y la convivencia.
-Les
demostramos la importancia de continuar aprendiendo siempre.
-Promovemos la equidad y la igualdad de
oportunidades en todos los ámbitos.
-Celebramos
las diferencias que hacen, de cada uno, seres únicos.
-Les enseñamos, con el ejemplo, a responsabilizarse
por las propias ideas, revisarlas y confiar en ellas.
-Y los inspiramos para que coloquen su vocación al
servicio de los demás, ejercitando así la ciudadanía y la solidaridad.
Acerca de la Cumbre Argentina de Mujeres
Ilustres
El
pasado 7 de diciembre se llevó a cabo la Cumbre
Argentina de Mujeres Ilustres 2016:[8] “La
mujer y el nuevo paradigma global”, convocada por el PCH (Parlamento Cívico de
la Humanidad) y co-organizada por las entidades nucleadas en la Coalición
Social por el Bien Común.
Uno de los objetivos del evento fue adherir a la
Campaña “Únete” propuesta por la ONU para poner fin a la violencia contra las
mujeres.
Durante el encuentro, presidido por la Dra. Graciela
Yanovsky (FANCV-Fundación Argentina a las Naciones Camino a la Verdad) y la
Dra. Teresa Sacco (vicepresidenta de la Cumbre), se trataron temas tan
relevantes como el papel de la mujer en el proceso hacia la convivencia global
en paz y en la acción solidaria ante la discriminación, la xenofobia y la trata
de personas.
Disertaron, entre otras representantes de la
cultura, el arte y las ciencias, la Prof. Alicia Cabezudo (vicepresidenta del
International Peace Bureau-Ginebra), la corresponsal especializada en
conflictos armados y política internacional en Medio Orienta, África y América
Latina Karen Marón (seleccionada como una de las 100 corresponsales más
influyentes del mundo por la organización AOAV-Acción Contra la Violencia
Armada), la Dra. María Lorena González Castro Feijóo (Defensora en lo
Contencioso Administrativo y Tributario N°3 de la CABA) y la Dra. Teresa R.
Quintana (representando al Registro de Abogados Amigos de los Niños del Colegio Público de Abogados
de la Capital Federal).
Sobre
el estrado, había diplomas de honor del PCH que en unas horas distinguirían
como “mujeres destacadas por sus aportes al bien común y la convivencia social”
no sólo a las disertantes sino también a la Prof. Nélida Pessagno, la Dra.
Mirta Goldstein, la Prof. Rosheen Boyer, la Prof. Isabella Valenzano, la Prof.
Irene Mercedes Aguirre y la Dra. Yolanda Ortiz, entre otras quince
personalidades.
Tuve el gran honor de ser
convocada por el Dr. Boleslao Sawicki Sabomir (Premier General del PCH) para
formar parte de esta Cumbre, como disertante y moderadora en el panel
“Dignificación de la mujer formadora en valores ecoéticos”. Me acompañaron una vulcanóloga (Dra.
Elizabeth Ivonne Rovere, Presidente de Gevas Red Argentina), una jueza (Dra.
Natalia Marcela Molina) y una especialista en
rehabilitación a través de la equinoterapia (Liliana I. Rudak).
Mientras
reconocía, en el auditorio, a numerosos invitados que prestigiaban el acto con
su presencia, como la Prof. Victoria
Morales Gorleri (Subsecretaria de Responsabilidad Social en el Ministerio de
Desarrollo Social de la Nación y una de las mujeres acreedoras de la distinción
del PCH) o el Embajador Hugo Varsky (Presidente de Fundación Planeta), no podía
dejar de hacerme una pregunta ¿qué tenemos en común quienes compartimos este
momento?
Encontré
la respuesta en la mirada esperanzada de cada mujer y cada hombre en esa
sala. Entonces sí, me atreví a leer en
voz alta las líneas que había escrito un tiempo antes y supe que éramos muchos,
en esa sala y fuera de ella,
compartiendo el mismo sueño: