domingo, 25 de febrero de 2018



Estar juntos desde antes

Ya encontrarían tiempo para hablarse…
primero, se leyeron uno al otro,
el destino en las manos y en el rostro,
más tarde, decidieron presentarse.

Ella era una niña en esos años
traída por un barco desde España.
Y todo comenzó con esa hazaña
de cocodrilos, miedos, desengaños.

Una pared les separó la infancia.
Los unió la esperanza en el futuro,
la adolescencia y el amor más puro
con el que los premió la circunstancia.

Él, humilde, sembraba el sacrificio
de agregarle más horas a sus días:
Trabajar y creer fueron sus guías,
la cosecha rompió su maleficio.

Resolvieron problemas importantes,
se abrazaron en horas del invierno,
¡Podrían afrontar cualquier infierno,
porque han estado juntos desde antes!

Tres nietos, cinco décadas, dos hijas,
la casa con jardín que habían soñado,
el pan sobre la mesa y a su lado
la música y su luz por las hendijas.

Convertir en hogar techo y ladrillos,
comprenderse también cuando no es fácil,
construir fortaleza con lo frágil,
legados invaluables y sencillos.

 (Dedicado a mis padres por sus Bodas de Oro)

domingo, 4 de febrero de 2018



Resiliencia

El enojo se había transformado en el bastón infame que sostenía su vida.  Se había aferrado a él, desesperado, con las uñas que ya no le quedaban de tanta noche insomne esperando que el mundo fuera como era antes cuando se despertara.
Era un equilibrista caminando a los tumbos entre el dolor que había dejado atrás, oculto (envuelto entre las capas de su ira) y la pregunta incómoda que, a veces, le arrojaban los otros en la cara:
-¿Vas a luchar o no por lo que es tuyo?
En los últimos años lo había perdido todo: un empleo seguro, su casa, su salud y sus proyectos. Como en una película de argumento trillado lo habían traicionado su mujer y su amigo delante de sus ojos. No pudo levantarse después del golpe exacto recibido en el pecho, confirmando que todas sus sospechas antiguas habían sido ciertas.
Desde entonces sus días no fueron más que nada, un desierto inaudito con su áspera arena invadiendo sus ganas, un silencio profundo dibujado en el aire, como un globo de diálogo vacío.
Un domingo cualquiera despertó -había dormido, después de mucho tiempo- con los puños abiertos. Eso le permitió reconocer sus manos y entender que podía construir algo nuevo.
Desenrolló paciente la maraña de culpas, penas, broncas, rencores. Fue quitando las piedras y entregando los hilos -anudados, confusos- a sus ignotos dueños.
Ya no se tuvo lástima. Y así, con el camino despejado, recuperó de a poco la ternura, la confianza, la luz en la mirada, la posibilidad innegable de un futuro distinto, sin bastones inútiles.
Encontró la respuesta que se había olvidado de buscar en sí mismo. Ahora es un acróbata que logra atravesar las pruebas necesarias con las alas que otorga el precipicio.